Presunto culpable

Hace uno años, camino a la zona de control del Aeropuerto de Manises en Valencia, me interceptó una bonita señorita para darme la posibilidad de gozar de los exclusivos servicios financieros que ofrece una de las tres tarjetas que todos conocemos. Con la estúpida esperanza de poder morder su cuello, resulta que ella mordió el mío. Firmé un contrato que a regañadientes me dejó leer y me fui tan contento, sin una cita para ir al cine ó a cenar. Pero ella se había llevado muchos datos míos.

Mi relación con éste artilugio de plástico fue muy amena al principio. Yo compro y a fin de mes se abona el total de la factura. Nulo interés. No hay problema. Todos contentos.
A los meses de normal comportamiento, recibo un llamado revelador. “Puente cash”.
Me ofrecen los miles de euros que quiera a poquísimo interés. Pero ¿para qué? No gracias, no necesito. Insisten. No gracias. Cuelgo. A la semana lo mismo. Me vuelven a llamar. Entonces miro mi cuenta y pienso. Un poco de cash no vendría mal. Vale, envía un par de miles.

Los meses sumaron años y siempre se pagó todas las facturas de la tarjeta. Nunca hubo el mínimo inconveniente. Hasta que un día llegó una carta. Un puñal con forma de papel escrito, que ponía al descubierto los ocultos planes de aquella muchacha a quien conocí camino al embarque.

En resumen, decía: “su riesgo ha aumentado, por lo que nos vemos obligados a subir el interés aplicado a su pasivo”. Toma que te den. A pagar más porque creo que tienes mala pinta, tío. No sé, escuché por ahí un rumor, y por las dudas te subo el tipo de interés que te cobro. Sin vaselina. Jódete.

Uno piensa que es un pobre individuo, sólo ante diversos Leviatanes: bancos, telefónicas, instituciones, grandes tiendas, aerolíneas… Incluso uno ante el Estado.

Qué débil resulta ser un hombre de carne y hueso ante semejantes monstruos todo poderoso. Y al final nos resignamos, pagamos, y nos callamos por las dudas. No vaya a ser que me apunten en el listado de morosos. O incluso, no vaya a ser que exista “otro tipo de listado”.

La hija de los tíos está dando que hablar. Ella juega con fuego. Aunque no tiene una explicación fundamentada su comportamiento. Prima de riesgo y punto. Sube, baja y a ella le da igual, no tiene por qué dar explicaciones a nadie. De esta muchacha dependen Estados soberanos. Economías enteras se tambalean. Sus deudas pasan de pagar cientos de millones, a pagar miles de millones de interés, por lo volátil de su ánimo.

Ante semejante escenario siento pena por los Grandes Estados Nacionales aquejados por conflictos con las instituciones financieras, similares al que me tocó vivir con la dichosa tarjetita. Al fin y al cabo, un Estado no es más que la suma de todos. Es a todos en nuestro conjunto a quién ataca la banca y no a un representante político temporal en particular.

Sospecho que nada tiene que ver con políticas de izquierda ó derecha la solución.

                                                                                                                JFCI.-

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