Hacia principios de siglo, en verano del 2003, habiendo agotado las posibilidades que me daba mi ordenador/computadora portátil (laptop/notebook) en estado off-line. Grabar CDs, ver películas en distintos formatos, usar programas de oficina para el trabajo, editar fotos y vídeos digitales, jugar a algún juego de estrategia y poco más, tuve la necesidad de conectar a la Red de Redes. Llamé a la por todos conocida Compañía Telefónica desde un teléfono público, quienes sin mayores reparos, con una agilidad administrativa de absoluta eficiencia y resolución, tramitaron mi “alta de servicio” en medio de una agradable charla telefónica con una señorita muy amable.
Mi relación con “la línea” empieza con buen pie. Hasta me ofreció la instalación gratuita y efectiva en menos de 48 horas. No lo podía creer. Recuerdo la anécdota de mis abuelos paternos, quienes tuvieron la mala suerte de comprar un piso sin teléfono en el Buenos Aires de los años 60, y que esperaron más de 20 años que la Empresa Nacional de Telecomunicaciones instalara su aparatito comunicador. Que afortunado me sentí al concluir el trámite telefónico y bajar la calle hasta la playa.
Al día siguiente vino el instalador, hizo un par de agujeros en las paredes, pasó y conectó unos cables. Bajó un rato a “la caja” y luego volvió. Me entregó un teléfono muy bonito en una caja de cartón. Firmé el recibo por el aparato y el servicio. Le dí las gracias y se marchó.
La primer factura sin sobresaltos. Lo pactado más impuestos. Todo bien. En la segunda vino una sorpresita. “Alta de servicio”. Llamé a la operadora. Reclamé que no me habían advertido de dicho gasto. Su respuesta fue que tuve la promoción de “instalación gratuita”, pero que tengo que abonar el “alta de servicio”. Ante mi asombro ella reconoció que sólo consiste en el ingreso de mis datos al sistema. Algo así como crear un archivo por unos 150 euros aproximadamente. Tragué saliva y pasé página.
El servicio estuvo bien y sin inconvenientes. Las facturas se pagaron y todos en armonía con la vida y los contratos. Algún que otro gasto de más por usar el teléfono, que se solucionó al conocer las maravillas de la telefonía por Internet, que ofrece la posibilidad de realizar llamadas muy baratas e incluso gratuitas. Ante la popularidad de este servicio on-line, fue que hicieron la promoción de “llamadas gratis a teléfonos fijos” con tu cuenta de Internet. No fue una oferta porque son buenos. Es que no hay mejor defensa que el ataque.
Pasaron unos dos años y surgió la necesidad de mudarme de ciudad. El destino fue un área recientemente urbanizada de un antiguo pueblo en la Horta Nord de Valencia, donde “la Compañía” aún no había tendido sus tentáculos. No fue posible traspasar la cuenta de teléfono que tenía, ya que de momento no existía la posibilidad de contar con el servicio, pese a la fuerte demanda de la población del nuevo barrio. Tampoco me ofrecían solución alguna, salvo seguir pagando el mínimo, unos 20 euros al mes, sin contar con el servicio, pero sin perder mi “alta”, hasta que a ellos se les ocurriera hacer un tendido de red. Hice cuentas. Multipliqué 20 euros por una variable temporal imposible de cuantificar más impuestos. Y teniendo en cuenta la experiencia de mis abuelos, consideré que el tiempo podría ser demasiado. Entonces opté por darme de baja.
Empecé a hacer el trámite llamando al mismo teléfono gratuito que cuando hice el alta de servicio. Entre las opciones que daba el contestador, ninguna coincidía con la que buscaba. Pedí hablar con un comercial. Al rato me atendió y me dio el número de teléfono al que llamar para la baja del servicio. Número de pago. Llamé. Tardaron en atender. Hablé con un contestador que me pedía datos. DNI. Número de teléfono. Número de contrato. Un poco más de espera. Me atienden. Me vuelven a pedir todos los datos que me ha pedido antes la máquina. Se lo repito y empezamos el trámite. Él tipea mientras espero del otro lado de la línea. Pregunta, respuesta; pregunta, respuesta. Vuelve a tipear un rato. Sigo esperando. Al rato.
_Muy bien-me dice. ¿tiene algo para apuntar?
OK. Tomo un papel y un lápiz. Me preparo.
_Le voy a dar el número de baja y la dirección de entrega.
_ ¿Cómo?- le digo. Entrega ¿de qué?
Resulta que el aparato telefónico que trajo el instalador el día que vino a hacer su trabajo es propiedad de la Compañía y lo tengo que devolver. Lo he tenido todo este tiempo en concepto de alquiler, pero sin figurar un desglose en la factura, ellos suman unos 5 euros y monedas al mes dentro de otro concepto, y tu lo pagas sin ser advertido antes ni después.
Dejo especulaciones y cálculos monetarios al margen y me concentro en terminar el trámite. Apunto el número de baja y la dirección de entrega que me da el operador. Concluimos el tema al teléfono y cortésmente me despido.
La oficina de entrega es un local a la calle en el centro, con muchos metros cuadrados de superficie pero poco personal. En los asientos hay bastante gente esperando. Saco número. Me siento y espero. Al frente los dos mostradores. Las empleadas tramitan las devoluciones en medio de un ambiente de tensión. Los clientes están cansados de esperar y al llegar el turno expresan todo su disgusto. El stress con el que trabajan las dos mujeres las mantiene firme ante la protesta. Miran sin mirar. Como verdugo exento de sentimiento.
Al final pierdo casi dos horas. Termino. Entrego el teléfono. Me da unos documentos firmados y sellados. Concluye diciendo:
_ La baja del servicio fue ingresada con éxito. Ahora falta por esperar la respuesta del sistema. Esto suele llevar un tiempo. Si le llega alguna factura más, tiene que pagarla.
Menos mal que fui advertido, porque no fue una factura más, sino que fueron tres por 66 euros cada una. Que por miedo al famoso listado de morosos, pagué sin reclamar.
Hubiese preferido gastar todo ese dinero (alta de servicio, alquiler del aparato durante años, y meses sin servicio tras la baja) en un billete de avión a Las Vegas, comprar un souvenir en el Aeropuerto, tomar un café y volverme.
Cuando sea grande quiero tener una Compañía Telefónica.
Voy a ganar mucho dineroJFCI.-
2 comentarios:
No es broma.
Alta de servicio: 150 euros
Alquiler aparato 2años: 150 euros
Meses sin servicio: 200 euros
Total 500 euros.
Entre Enero y Mayo, Madrid/Las Vegas Ida/Vue, entre 400 y 465 euros.
:(
Yo estuve 1 año para darme de baja en TELEFÓNICA ahora "MOVISTAR" y hasta que la cosa no se puso en manos de un abogado no acabó bien..
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